Radiografía de la salud de un trabajador de plataforma. Por M.J.Carmona, en
EqualTimes, 30.01.2025
Los riesgos más comunes para la salud, tanto si los trabajadores de plataformas trabajan in
situ –como conductores o repartidores– o a través de una pantalla, son los psicosociales:
fatiga, estrés, ansiedad, depresión. Riesgos derivados, en primer lugar, de la propia
inestabilidad del trabajo y de sus bajos sueldos. (María José Carmona)
“Contratados desde el frío escaparate del clic, son el último eslabón de un negocio que ha logrado
extenderse y colonizar prácticamente todo, desde el transporte y la comida a domicilio a la limpieza del
hogar, el cuidado de niños o mayores, cualquier tipo de trabajo online.
Sea cual sea el sector, una legión más o menos visible de profesionales comparte en todo el mundo el
mismo modelo: trabajan al servicio de aplicaciones que les asignan tareas, algoritmos que las
supervisan, clientes que las evalúan. Un modelo de trabajo fragmentado que promete libertad y
flexibilidad horaria, pero que ha derivado en un sistema competitivo, hipervigilado , precario y agotador.
Un modelo que amenaza la salud.
“El impacto en la salud es directo, sobre todo en aquellos cuyos ingresos dependen por completo de
esas plataformas digitales”, explica a Equal Times Nuria Matilla-Santander, epidemióloga especialista en
salud laboral y parte del proyecto GIG-OSH que analiza la salud de trabajadores de plataforma en varios
países de Europa. Según resultados preliminares, éstos sufren “más problemas de dolor musculo
esquelético, fatiga visual, dolores de cabeza y peor salud mental”. Los riesgos más comunes, tanto si
trabajan in situ –como conductores o repartidores– o a través de una pantalla, son los psicosociales:
fatiga, estrés, ansiedad, depresión. Riesgos derivados, en primer lugar, de la propia inestabilidad del
trabajo y de sus bajos sueldos.
“El salario es uno de los principales problemas que afectan a su salud mental y física –señala la
investigadora–. Ocho de cada diez trabajadores de plataformas ganan por debajo del umbral de
pobreza”.
Esa precariedad en un entorno de alta competencia obliga a los trabajadores a estar siempre
conectados para optar a más tareas, a alargar sus jornadas –superiores en algunos casos a las 12 horas
diarias–, a cruzar continuamente los límites entre la vida personal y laboral. “El e-precariado padece
unos riesgos amplificados a los del simple precariado”, explica Henar Álvarez, catedrática de Derecho del
Trabajo en la Universidad de León. “A la precariedad hay que sumarle un mayor estrés producido por la
necesidad de estar siempre a disposición. Todo eso genera carga mental, autoexigencia y enfermedades
como la tecnoansiedad o la tecnoadicción”.
Por otro lado, ni la flexibilidad ni la libertad resultan sencillas en un sistema donde los trabajadores
viven permanentemente bajo el control de un algoritmo. Si rechazan una tarea, si tardan más de lo
previsto, si no cumplen con las expectativas del cliente y éste lo valora peor, el algoritmo lo registra y,
de acuerdo a criterios poco claros, le puede penalizar –con peores franjas de trabajo, con menos
tareas–. Incluso le puede “desconectar”, expulsarle de la aplicación. Una presión que redunda en más
estrés, más ansiedad, más fatiga.
“Es un modelo basado en la coacción constante”, confirma Nuria Soto del colectivo español Riders X
Derechos. “Tú eres un número, no una persona”.
Entre el 1 y el 3% de la mano de obra mundial vive hoy expuesta a estos riesgos de salud; unos 28
millones de personas –según estimaciones– en Europa, que se espera lleguen a 43 millones en 2025,
cuando todavía está por decidirse cómo y quién les debe proteger.