Expositores y Debates: Profresores Renato Opice Blum, Juan Raso Delgue,
Tereza A. Asta Gemignano
Grabación del evento llevado a cabo el 18.02.22 sobre el tema “Metaverso y sus
implicaciones para el Derecho del Trabajo”. Organizado por la Escuela de
Magistrados de la XV Región de Brasil (Campinhas)
Expositores y Debates: Profresores Renato Opice Blum, Juan Raso Delgue,
Tereza A. Asta Gemignano
Enlace a Youtube
Ver también

TRABAJAR EN EL METAVERSO. Por Juan Raso Delgue, en su Blog. 31.01.22
De haberme alguien preguntado – hace tan solo pocos meses – mi opinión sobre el trabajo
en el metaverso, no hubiera sabido contestar, imaginando además que la pregunta tenía
más relación con un taller de literatura y con la métrica poética, que con las relaciones
laborales.
Hoy he aprendido que el metaverso será la nueva dimensión, que se instalará en el futuro
del trabajo.
¿Que significa la palabra “metaverso”? Como muchas palabras de la modernidad, la nueva
expresión busca legitimar su significado en la antigüedad. La preposición “meta” (μετά)
significaba para los griegos lo que está “más allá” o “lo que se ha transformado”: de esta
preposición, nacieron palabras como metafísica, metastasis, metamórfosis, etc.
La palabra “metaverso” une el prefijo referido con “verso”, entendiendo por tal la contracción
del uni-verso: meta-verso es algo que está más alla del universo, tal como lo hemos
conocido hasta el presente.
El 28 de octubre pasado Mark Zuckerberg - CEO (Facebook) – anunció durante el evento
Facebook Connect 2021, que la próxima “meta” (empleó esa palabra, aunque jugado con su
ambiguo significado) de Facebook sería el mundo virtual y que el gigante tecnológico
pasaría a llamarse Metaforms: "En cinco años – agregó ¬– la gente pensará en nosotros
como una compañía metaverso, más que en una red social".
Pero no fue Zuckerberg quien “inventó” la palabra. La visión de un mundo virtual – cuyo
cyberespacio se denomina “metaverso” – fue concebida hace ya tres décadas por el escritor
Neal Stephenson en su novela de ciencia ficción “Snow Crash” (1992): en el ambiente virtual
imaginado por el autor, viviría el “avatar” (otra palabra originaria del libro) del protagonista.
Stephenson seguramente no imaginaba que su construcción literaria – ese mundo donde un
repartidor de pizza (un ryder “ante-tempus”) era príncipe guerrero en el “Metaverso” - se
transformaría en el gran desafío de Internet.
Hay que aclarar que el metaverso es algo más que la visión de imágenes tridimensionales:
es un espacio al que ingresamos y en el que compartimos actividades con otras personas
que también actúan en esa dimensión, que además es tridimensional. Imaginemos por
ejemplo, que damos una clase a un grupo de alumnos en el metaverso: para que sea
posible la interacción, deberemos construir un avatar propio que será el inter-face de los
avatares construidos por los alumnos. Lo mismo vale en el trabajo: el avatar de un
trabajador actuará frente al avatar de su empleador. Nosotros (como realidad física)
veremos el avatar del “otro”, mientras que nuestro interlocutor nos verá como un avatar
digital. A diferencia de lo que sucede en una conexión por zoom o skipe, no nos veremos
con nuestra imagen auténtica, sino con la imagen de un avatar construido a nuestra
semejanza. Por lo menos, será así en estas primeras etapas del proceso tecnológico.
De todos modos no será tan sencillo actuar y trabajar en el metaverso. Deberemos disponer
de visores especiales y microchips subcutáneos, que nos permitirán múltiples
funcionalidades. También deberemos construir en la dimensión digital nuestro avatar, que
deberá ser lo más similar a nosotros, para dar credibilidad a nuestra interacción.
En el metaverso podremos jugar, viajar, visitar museos, ir de compras y – por supuesto –
trabajar. En una primera aproximación, es fácil imaginar el trabajo en el metaverso como
una forma avanzada de teletrabajo: una vuelta de tuerca más, para volver cada vez más real
la interacción remota en el espacio digital.
Trabajar en esta nueva realidad virtual acentuará los males del teletrabajo, en la medida que
la nueva modalidad no solo intensificará nuestro aislamiento y todas las dificultades
vinculadas a la conexión digital, sino que además exigirá una mayor concentración y
especiales habilidades para dar credibilidad al avatar que nos representará.
Pero además el trabajo en el metaverso incrementará los costos del trabajador, que no
siempre podrán trasladarse al empleador. Más allá del costo de las propias tecnologías
(visores especiales, ropa wearable, chips, etc.), deberemos construir el avatar y... ¡vestirlo!
Para que un avatar participe en una reunión de Directorio con corbata, probablemente
deberá adquirir esa prenda en la propia dimensión virtual, donde ya es posible adquirir
alhajamiento y vestimenta. La revista de moda Cosmopolitan anuncia que “la moda y el
metaverso van a cambiar con la ropa digital de nuestro armario”: podremos comprar para
nuestro avatar vestidos, carteras, camisas y cualquier otro complemento con los llamados
NFT (Tokens No Fungibles). La imagen de una persona que se presente a una entrevista de
trabajo dependerá también de la ropa virtual que haya adquirido para su avatar.
Finalmente el nuevo avance tecnológico acentuará la desigualdad entre trabajadores
altamente formados, con recursos y competencias para acceder a los nuevos
conocimientos, y aquellos que quedarán al margen por nivel de instrucción o motivos
económicos o por la locaciones geográficas que no les permita acceder a las necesarias
infraestructuras tecnológicas.
Ante estos cambios tan profundos, que no son dictados por los Estados, sino por el poder de
los gigantes tecnológicos, ¿qu harán los gobernantes, los legisladores, las organizaciones
de empleadores y trabajadores, y la sociedad en general para reducir los efectos negativos
de esta transformación tan radical?
Mi sensación térmica es que poco se hará y en todo caso la lentitud de las decisiones
nacionales será superada por la rapidez de las transformaciones tecnológicas.
Pero esta misma visión negativa impone a todos reaccionar – desde la política, la educación
y el mundo sindical – para idear soluciones que de algún modo mitiguen los efectos de los
cambios. También nos obliga a abrir los ojos y entender los cambios, porque la peor
estrategia es la de mirar para atrás.
Enlace