El futuro del trabajo: una mirada desde América Latina. Escribe Gonzalo Zunino, en La
Diaria/Academia (Uruguay), el 25.07.2022
“Pese a que no suele incluirse en las discusiones sobre el futuro del trabajo, un riesgo
importante es que la cuarta revolución tecnológica pase relativamente desapercibida
y sin impactos positivos en la productividad.
La discusión sobre el impacto del cambio tecnológico en el empleo y las relaciones laborales es
un tema de creciente interés a nivel académico, político y de los actores sociales. A modo de
ejemplo, en Uruguay, este año, la Comisión Especial de Futuros del Parlamento, apoyada por
un grupo de técnicos especializados, se encuentra discutiendo sobre la temática identificada
como “el Futuro del Trabajo y el Trabajo del Futuro”.
En este tema es particularmente relevante profundizar el análisis con una perspectiva regional,
que identifique cuáles son los principales desafíos para nuestras economías. Esto se debe a
que, si bien lo que está ocurriendo en el mercado de trabajo en la región, y en particular en
Uruguay, tiene puntos importantes de conexión con los principales hallazgos de la literatura
para el caso de los países de mayor desarrollo, también tiene matices relevantes. Estos matices
hacen que el diagnóstico y las líneas de política a tener en cuenta no necesariamente sean las
mismas en las diferentes realidades.
En particular, esta columna discute un diferencial inicial que es de suma relevancia para
analizar el tema, que consiste en la velocidad a la cual el cambio tecnológico es incorporado en
los países de la región en comparación con los países de mayor crecimiento. En una próxima
columna, dedicada también al tema, discutiremos otros matices relevantes vinculados a las
tendencias recientes de los mercados laborales regionales en comparación con países
desarrollados.
La cuarta revolución industrial no será igual para todos
Cuando se piensa en temas vinculados al futuro del trabajo, es fundamental tener presente
que el proceso de aceleración tecnológica vinculada a la automatización, digitalización y
penetración de inteligencia artificial probablemente no impacte en los países de América
Latina con la misma intensidad o velocidad que en los países desarrollados o emergentes
asiáticos.
La literatura disponible sugiere la existencia de una brecha promedio importante entre la
región y las economías más avanzadas en lo que se refiere a la incorporación de tecnologías
del siglo XXI. La brecha, no obstante, es heterogénea. Hay focos de alta incorporación de
tecnología, pero suelen ser núcleos específicos en áreas urbanas y en determinadas industrias.
En un seminario sobre el tema desarrollado el año pasado,1 el investigador brasileño João
Carlos Ferraz planteaba que se estima que, en la región, 75% de las empresas utiliza
tecnologías con rezagos significativos, un 20% tecnologías de generación mediana y solo un 5%
(los denominados cóndores) utilizan tecnologías de punta.
Este rezago y heterogeneidad en la penetración de tecnología tiene su contraparte en menores
impactos sobre el mercado laboral. El trabajo de Lewandowski et al. (2020)2 aporta evidencia
que indica que el quiebre desde trabajos rutinarios a no rutinarios (típico efecto de la adopción
de tecnologías en el mercado laboral) en países de ingresos bajos y medios entre 2000 y 2017
habría sido significativamente más modesto que el observado en países desarrollados.
¿Qué ocurrió en revoluciones tecnológicas previas?
La menor velocidad de incorporación tecnológica no representaría una novedad para la región
ya que, en ocasiones anteriores de aceleración tecnológica a nivel global, América Latina
mostró mucho menor dinamismo que las regiones que lideraron los procesos, presentando
incrementos del producto por habitante significativamente más modestos.
A modo de ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, Estados Unidos y las economías de
Europa Occidental presentaron una importante aceleración en el crecimiento del producto por
habitante, generando una divergencia significativa respecto a la dinámica latinoamericana,
donde no se registró una aceleración relevante (gráfico 1).

Más recientemente, focalizándonos en los últimos cuarenta años, se observa una fuerte
aceleración de las economías del sudeste asiático, lideradas por China, mientras que las
economías de mayor desarrollo muestran una moderada desaceleración. América Latina, por
su parte, continuó sin exhibir un quiebre significativo en su dinámica de crecimiento. El gráfico
2 nos permite observar, más allá de la importante brecha que aún existe, que en los últimos 40
años las economías emergentes de Asia lograron consolidar una senda de convergencia hacia
las economías desarrolladas, en tanto que América Latina muestra una trayectoria divergente
con algunas oscilaciones.
En este sentido, si, como probablemente ocurra, el proceso de cambio tecnológico llega a la
región con mucha menor intensidad, los desafíos asociados al desempleo tecnológico y/o
polarización laboral mencionados en la literatura vinculada al futuro del trabajo serán menos
relevantes que en los países desarrollados. Sin embargo, este escenario representaría un
nuevo episodio de aceleración tecnológica que la región no lograría capitalizar a los efectos de
potenciar su crecimiento y reducir las importantes brechas de productividad que la separan de
las economías de mayor desarrollo.
¿Qué ocurre con las preocupaciones de política económica?
De esta forma, una preocupación inicial para los hacedores de política a nivel regional debería
estar relacionada con evitar el fracaso en términos de productividad registrado en las
revoluciones tecnológicas previas.
La incorporación masiva y oportuna de nuevas tecnologías que permitan evitar la ampliación
de la brecha de productividad e ingresos con los países de mayor desarrollo no se dará
naturalmente. Para que esto ocurra, deben existir las condiciones para su incorporación y estar
presentes los incentivos económicos adecuados.
En materia de condiciones para la incorporación de nuevas tecnologías, claramente la región
parte en desventaja en términos de infraestructura, capital humano e inversión en
investigación y desarrollo. La automatización de procesos y digitalización requiere de
infraestructura digital, pero también de capital humano adecuado para poder operar y trabajar
con las nuevas tecnologías. Los problemas de cobertura y calidad educativa pueden
representar una limitante significativa para capitalizar la cuarta revolución industrial.
Finalmente, los magros niveles de inversión en ciencia y tecnología también atentan
claramente contra el progreso tecnológico adaptado a la realidad local.
El menor grado de investigación local determina que la mayor parte de las veces la región
procure adaptar innovaciones tecnológicas desarrolladas en base a motivaciones o un
contexto diferente al existente en la región. Por ejemplo, todos los desarrollos tecnológicos
ahorradores de mano de obra son claramente consistentes con el desafío de economías que
están en procesos avanzados de transición demográfica y proyectan hacia las próximas
décadas reducciones de la cantidad de población activa. Sin embargo, el objetivo de ahorrar
mano de obra se adapta en menor medida a América Latina, donde se proyecta a nivel global
un crecimiento significativo de la población en edad de trabajar, al menos hasta mediados de
siglo. Sin embargo, en este aspecto en particular, Uruguay muestra, con su avanzado proceso
de transición demográfica, un escenario que tiene más similitudes con los países desarrollados
que con el promedio de la región latinoamericana.
El desajuste entre los principales objetivos de las innovaciones y el contexto regional se
traduce en condiciones menos alineadas a la incorporación tecnológica. En primer lugar, las
decisiones de reemplazar trabajo humano por capital están estrictamente relacionadas con el
precio relativo de ambos factores. Mientras que los precios de los bienes de capital
“sustituidores de mano de obra” están razonablemente arbitrados entre países, los salarios en
las economías de la región son inferiores a las economías de mayor desarrollo, lo que podría
estar retrasando las decisiones de sustitución. Estos precios se ven afectados, a su vez, por
aspectos estructurales, como las diferencias relativas en las dotaciones de factores
productivos. Como se mencionó anteriormente, a diferencia de los países de mayor desarrollo,
en los países latinoamericanos se espera un incremento relevante de la fuerza laboral en las
próximas décadas, lo que posiblemente limitará el encarecimiento relativo de este factor.
En este sentido, los principales desafíos en materia de políticas públicas en la región deben
centrarse en reducir las brechas de infraestructura, continuar incrementando la cobertura y
calidad educativa y apuntar a una mayor inversión en innovación y desarrollo. En materia de
políticas laborales, es importante evitar una narrativa de ansiedad tecnológica que derive en
una agenda pro-desregulación.
El objetivo de evitar la automatización de ciertos puestos de trabajo para preservar el empleo
puede derivar en propuestas de desregulación y depresión de salarios o beneficios laborales,
lo que a su vez puede efectivamente reducir los incentivos para automatizar. Es importante
evitar costos elevados en una transición que implique cambios significativos en el perfil de
tareas de los trabajadores, pero la respuesta ante este nuevo impulso tecnológico de ninguna
manera puede procurar reducir los incentivos para la adopción de nuevas tecnologías.
La tendencia a la baja en el precio de las diferentes opciones tecnológicas determinará que en
algún momento las actuales nuevas tecnologías terminarán por incorporarse a la producción.
El problema es que esto podría ocurrir cuando estas dejen de ser de punta y el mundo
desarrollado ya se encuentre transitando una nueva revolución tecnológica. En ese caso, los
desafíos habitualmente mencionados en la literatura asociada al futuro del trabajo serán
manejables, pero gran parte de los trabajadores de la región continuarán inmersos en empleos
precarios de baja productividad, reducidos ingresos y escasa protección social.
Aunque no suela incluirse en las discusiones sobre el futuro del trabajo, un riesgo importante
para Uruguay y la región es que la cuarta revolución tecnológica a nivel global pase
relativamente desapercibida en nuestros mercados laborales y, por lo tanto, no tenga
impactos positivos en materia de productividad.
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