Las decisiones colectivas que adoptemos hoy determinarán cómo afectará la IA al
crecimiento de la productividad, la desigualdad de ingresos y la concentración industrial
Los economistas no tienen muy buen historial a la hora de predecir el futuro. Y Silicon Valley oscila
repetidamente entre la esperanza y la decepción respecto de la próxima gran tecnología.
Así pues, está justificado cierto escepticismo sano en torno a los pronunciamientos sobre los cambios que la inteligencia artificial (IA) traerá a la economía. Pese a ello, existen buenas razones para tomarse en serio el creciente potencial de la IA —sistemas que exhiben comportamientos inteligentes, como el
aprendizaje, el razonamiento y la resolución de problemas— para transformar la economía, en especial
dados los asombrosos avances técnicos del último año.
Además de la economía, la IA puede afectar a diversos ámbitos de la sociedad, como son la seguridad
nacional, la política y la cultura. Pero en este artículo nos centramos en las implicaciones de la IA en tres
amplias áreas de interés macroeconómico: el crecimiento de la productividad, el mercado laboral y la
concentración industrial. El futuro de la IA no está predeterminado. Puede evolucionar en direcciones
muy distintas. El futuro específico que aflore será consecuencia de muchos factores, entre otros, las
decisiones sobre tecnología y políticas que adoptemos hoy. Para cada una de las tres áreas presentamos
una bifurcación en el camino: dos trayectorias que llevan a futuros muy divergentes para la IA y la
economía. En cada caso, el futuro desfavorable es la trayectoria de menor resistencia. Llegar al futuro
más favorable exigirá políticas adecuadas, entre ellas: SEGUIR LEYENDO