Fundación Electra

FCU, Mvdo., Dic. 2024.: Video – Presentación del libro PROCESOS DE TRABAJO Y SALUD. Crisis del modelo de desarrollo neoliberal y emergencia de los riesgos psicosociales en el trabajo. Autor: J.C.Neffa. Ed. Fundación Electra

3.  ENLACE AL Video de la presentaciòn del libro, realizada por Fundación Electra y FCU  https://www.youtube.com/watch?v=yJjF0OLXCYw
   (Montevideo, 16 de diciembre de 2024)  Expositores: Dra. Rosina Rossi,  Presidenta de Fundación Electra.  Profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, Ministra del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Uruguay, 
Dr. Fernando Tomasina, Autor del Prólogo.  Profesor Titular de la Unidad Académica de Salud Ocupacional de la Facultad de Medicina, Ex Decano de la Facultad de Medicina / Udelar
Sr. Pedro Daniel Weinberg, Autor de la Presentación.  Ex presidente de la Fundación Electra. Ex director de OIT/Cinterfor.
Dra. Graciela Giuzio – Profesora Adjunta de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Facultad de Derecho. UDELAR.
Dr. Julio C. Neffa.     Licenciado en Economía Política – Universidad de Buenos Aires,  Diplomado en la Escuela Nacional de Administración (ENA) de Francia.  Doctor en Ciencias Sociales del Trabajo de la Universidad de Paris I, Investigador Superior del CONICET en el CEIL, Profesor de UBA y Prof. Emérito de la Univ. Nacional de Moreno.

PROCESOS DE TRABAJO Y SALUD.  Crisis del modelo de desarrollo neoliberal y emergencia de los riesgos psicosociales en el trabajo. Autor: J. C. Neffa.   Ed. Fundación Electra / FCU, Montevideo, Diciembre 2024.

 

 

   

 

Entrevista central, En Perspectiva – Uruguay, 12.09.23: HOMENAJE A NUESTRO FUNDADOR: 100 años de H. H. Barbagelata, un referente del Derecho Laboral y un intelectual de la Generación del 45. Mesa Especial sobre su vida y su obra. (1923-2014)

Entrevista central En Perspectiva – Uruguay, 12 de setiembre de 2023

HOMENAJE A NUESTRO FUNDADOR: 100 años de Héctor Hugo Barbagelata, un
referente del Derecho Laboral y un intelectual de la Generación del 45. Mesa Especial
sobre su vida y su obra. (1923-2014).

Conduce Emiliano Cotelo. Participan: Julio María Sanguinetti, María Josefina Plá, Carlos
Casalás, y Pedro Daniel Weinberg.

PRESENTACIÓN DE EMILIANO COTELO, CONDUCTOR DEL PROGRAMA EN PERSPECTIVA
“Hoy cumpliría 100 años uno de los intelectuales más influyentes del Uruguay del siglo XX.
Estamos hablando del Dr. Héctor Hugo Barbagelata, que realizó contribuciones decisivas en
el campo del Derecho y también tuvo una trayectoria destacada en la política, el periodismo,
la historia, la sociología y la cultura.

Barbagelata fue miembro de la Generación del 45, aunque para los más jóvenes tal vez no
sea tan conocido como Mario Benedetti, Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti o Carlos Maggi.
Su legado principal se desarrolló en el plano del Derecho del Trabajo, donde es considerado
una referencia dentro y fuera de nuestro país. Además de su faceta como docente
universitario, Barbagelata dejó una extensa obra en libros y artículos que hasta hoy juegan
un papel importante en las relaciones laborales en el Uruguay y en América Latina. Y
también impulsó la Revista Derecho Laboral, de la que fue co-fundador, en 1948, y luego
director hasta su muerte en 2014.

Pero Barbagelata también tuvo una actividad importante en el teatro uruguayo, donde fue
actor, autor y director. Por ejemplo, en 1942 fundó la compañía de Teatro Universitario del
Uruguay junto a sus amigos Adela Reta y Andrés Castillo. A partir de 1952 y durante 12 años
tuvo a su cargo la Escuela Municipal de Arte Dramático, continuando la obra de Margarita
Xirgu. Y además, como actor y director, puso en escena una decena de obras entre 1943 y
1958.

Posteriormente, en el regreso a la democracia presidió el Servicio Oriental de Radiodifusión
Eléctrica –SODRE-, cuando de esa institución dependían la radio y televisión oficial públicas,
la orquesta sinfónica, el ballet nacional, salas de concierto y teatro.
Por otra parte, Barbagelata se desempeñó como periodista, en especial en el diario Acción y
el semanario Marcha.

Y nosotros aprovechamos la cifra redonda para repasar su vida, en una mesa especial con
Julio María Sanguinetti, abogado y expresidente de la República; María Josefina Plá, abogada
laboralista, hija de Américo Plá Rodríguez, otra eminencia del Derecho Laboral uruguayo;
Carlos Casalás, experto en derecho laboral, que fuera alumno de Barbagelata; y Pedro Daniel
Weinberg, ex director de Cinterfor/OIT y hoy directivo de la Fundación Electra, creada por el
Dr. Barbagelata para fomentar el estudio del Derecho Laboral.”

ENLACE PARA VER LA ENTREVISTA POR YOUTUBE O ESCUCHARLA EN SOUNDCLOUD

foto : IG /@enperspectivauy

12 de diciembre de 2022: La Fundación Electra lamenta profundamente el fallecimiento de UMBERTO ROMAGNOLI, 1935-2022

La Fundación Electra lamenta profundamente el fallecimiento de UMBERTO
ROMAGNOLI, 1935-2022

Palabras del Prof. Antonio Baylos, en su Blog

“Ha fallecido Umberto Romagnoli esta misma tarde, mientras dormía. La noticia ha conmocionado a
todas las personas que le conocíamos y le estimábamos. Con él desaparece toda una época. Es el
exponente máximo de la escuela boloñesa de Derecho del Trabajo, un laboratorio activo y vivo que supo
recrear el aparato crítico más acertado para definir la ambivalencia de la regulación del trabajo y
cuestionar la deriva neoliberal en la que se iba adentrando. Umberto Romagnoli dominaba además el
lenguaje y sabía expresar las más bellas metáforas como forma de describir de la mejor de las maneras
los hechos sociales y las acciones colectivas que le dan sentido.

Nació en 1935, y ha recorrido a lo largo de una vida extensa los momentos más señalados del trabajo y
la historia, que ha sabido narrar como nadie podría hacerlo. Ha construido poco a poco los fundamentos
de la cultura jurídica laboralista italiana y a su través, europea. Su labor como escritor y pensador es
inconmensurable, siempre animada de una perspectiva lúcidamente desencantada, progresivamente
pesimista, sobre la evolución de las reglas sobre el trabajo, de la debilitación de la ciudadanía fundada
sobre éste. Impulsó decenas de proyectos editoriales, creó su propia revista, Lavoro e Diritto, a la que
dotó de sus señas de identidad, sostenidas por los que serían sus co-directores después, Luigi Mariucci,
también él fallecido víctima del Covid, y Guido Balandi.

Era literalmente adorado entre los juristas latinoamericanos a los que se dedicó en el Curso para
Expertos que impulsó junto con su gran amigo Pedro Guglielmetti. No pudo asistir a las últimas
ediciones, pero su intervención en Toledo era siempre seguida con pasión y atención máxima por los
asistentes al Curso. Hoy todas las personas que participaron en esta gran aventura del estudio y de la
hibridación cultural entre una tradición emancipatoria europea y americana, están a buen seguro
sobrecogidas por su desaparición.

En España la presencia de Romagnoli en revistas y libros fue muy intensa. Era un autor frecuente en la
Revista de Derecho Social, nos enorgullecíamos de que su firma diera brillo al contenido de nuestra
revista. Conocido entre y por las y los sindicalistas, los abogados laboralistas, los magistrados de lo social
y el profesorado universitario en general, sus palabras siempre aportaban algo nuevo e interesante a
cada uno de estos colectivos y personas. Son muchas y muchos quienes le valoraban y le estimaban en
todo el arco de los juristas del trabajo.
Nosotros, Joaquin Aparicio y yo mismo, le quisimos mucho. y el nos honró con su cariño y amistad
durante mucho tiempo, desde aquella tarde del lejano 1984 – el año Orwelliano – en el que fuimos a
buscarle al Hotel Plaza del edificio España y pasamos con él un largo rato en una taberna de la calle de
Santiago. Hace tan solo unos meses compartimos con él mesa y charla en Bolonia. Su muerte nos
conmueve y nos apena profundamente.

No hay palabras que sirvan para alejar la sombra oscura de la muerte, el vacío que deja la ausencia del
ser querido. Un abrazo a su amada esposa Lisa con la que convivió más de sesenta años, a sus hijas
Daniela y Bárbara y a toda su familia”
Blog de Antonio Baylos

Palabras del Prof. Juan Raso Delgue, en su Blog
“Esta tarde falleció Umberto Romagnoli, quien fuera Catedrático de Derecho del Trabajo de la
Universidad de Bologna y entrañable amigo y referente del Grupo de Bologna/Castilla La Mancha.
El Prof. Romagnoli había nacido en Bologna en octubre de 1935 y en 1970 había alcanzado el
título de Profesor Ordinario (Catedrático) de Derecho del Trabajo en la célebre Universidad boloñesa.
Fue Decano de la Facultad de Ciencias Políticas de dicha Universidad en el período 1978-1984, en la que
siguió enseñando hasta el año 2009. Entre los libros más citados de la doctrina italiana “clásica” ocupa
un lugar de privilegio “Il rapporto di lavoro” que escribió con Giorgio Ghezzi,
Entre 1981 y 1983 participó de la experiencia del “Laboratorio Jurídico”, una revista fundada
por Mario Tronti, en 1985 fue codirector de la Revista “Diritto e procedura civile” y en 1987 fundó la
revista Lavoro e Diritto, aun hoy recordada como uno de los principales centros de investigación de la
comunidad universitaria italiana.

Romagnoli, no solo fue uno de los grandes juslaboralista italiano, sino que sus estudios e
investigaciones estuvieron especialmente vinculados a la cultura jurídica del trabajo, atento a las
características industriales del Siglo XX – ese “siglo corto” como lo definió -, que comenzó a fines de la
primera guerra mundial y concluyó con los cambios tecnológicos y políticos de los años ’80.

Hombre ligado ideológicamente a la izquierda italiana y estudioso de los conflictos y
negociaciones de la “classe operaia”, expresaba que la fábrica, las categorías, los tiempos de trabajo
predeterminados, los salarios fijos, todo ayudó a formar esa conciencia común “obrera” fortalecida por
el efecto nivelador e igualitario del taylorismo. El industrialismo clásico – agregaba – , además de un
modelo de producción económica, significó “una forma de pensar” la sociedad.

Pero también supo anticipar muchos cambios que se producirían entre fines del siglo XX y
comienzo del siglo XXI, entendiendo que era necesario construir nuevos espacios para un Derecho del
trabajo, que ingresaba en una geografía laboral desconocida. Entendió – antes que otros – que "la crisis del sindicato no es más que el reflejo de la crisis del trabajo. En primer lugar, del trabajo que falta. Pero también del trabajo que cambia”.

Consideraba que el gran desafío del jurista era responder a las transformaciones de un mercado de
trabajo, en que conviven expresiones de la más alta tecnología con modalidades laborales escasamente
tuteladas, porque “vivimos una época de densas incógnitas”.

Explicaba en sus clases magistrales que los problemas del trabajo y el desempleo eran también
problemas de identidad de la persona, porque implicaban la ruptura entre el ciudadano y su comunidad.
“Quien no trabaja, no es – afirmaba -: Esta es la más terrible discriminación cuyo desafío no puede evitar

el derecho del trabajo. En caso contrario, su universalidad estará destinada a volverse objeto de
dolorosa nostalgia, de algo que pudo ser y no fue”.

Lo conocí el 28 de junio de 1988: aún recuerdo esa fecha por coincidir con la inauguración del
1er Curso de Ex Becarios de Bologna, en oportunidad de las celebraciones de los 900 años de la más
antigua universidad del mundo. Recibió a mi generación – la primera de un largo ciclo – con palabras de
aliento y afecto: no nos conocía, pero desde ese momento y a lo largo de más de tres décadas nos
acompañó constantemente con su sabiduría y conocimientos de las experiencias sucesivas de los cursos
de Bologna/Castilla La Mancha.

Recuerdo algunas de sus últimas consideraciones consignadas en el post de este blog del
11/09/2017: “Con la crisis del Derecho del trabajo no todo se pierde. Habrá mutaciones, pero quedarán
para siempre. los derechos constitucionales de ciudadanía, que se originaron en ese modo de pensar y
modelo de sociedad que fue la organización de la producción de la fábrica fordista: En buen romance,
sea cual sea el futuro de nuestra disciplina, nadie nos quitará los derechos de ciudadanía, que en
definitiva son nuestros derechos humanos, los derechos generados en el entorno del trabajo”.

Hoy, en este momento doloroso en que se detuvo su reloj biológico, continuará con la
intensidad de siempre el influjo de sus aportes y conocimientos. Asi lo recuerdo como el aprendiz que
he sido, de quien siempre consideré mi Maestro en tierra europea.”

Blog de Juan Raso Delgue

Helios Sarthou, la misma palabra en el aula, el foro y la cátedra (a 10 años de su fallecimiento)

Helios Sarthou, la misma palabra en el aula, el foro y la cátedra
(a 10 años de su fallecimiento)
Por Hugo Barretto Ghione, en su Blog, 04.06.2022

La vida de Helios Sarthou se detuvo casi de manera tan repentina, tan imprevisible,
como lo fue su trayecto intelectual, siempre imaginativo, innovador, sorprendente, a
contra/corriente.

El fárrago de su actividad profesional y académica, su compromiso definitivo y
generoso en lo social y en lo político que lo hacía transitar sin pausa del aula a la
asamblea, no hacían perder sin embargo su extremada caballerosidad en el trato, su
respeto y disposición a comenzar un diálogo que a menudo podía terminar en
polémica, atento a la pasión que ponía en todos sus empeños.
Como hemos señalado en otro lugar, “Sarthou parecía responder en su radicalidad y
anticipación a aquella notable observación que se dice Sartre había hecho sobre
Castoriadis: suele tener razón en lo que dice, pero opina siempre en el momento
equivocado.

Había en Sarthou ese designio por pensar más allá de lo presente y hacerlo con
imaginación y una esperanza actuante, con audacia y una profundidad muy
trabajosamente construida que no temía en quedar en minoría o en soledad”.
Su última contribución al Derecho del Trabajo se concentra en poco más de 30 páginas,
un Cuadernillo de la Fundación Electra que tituló “Hacia una Teoría Pura del Derecho
del Trabajo”. Había prometido al Prof. Héctor – Hugo Barbagelata la entrega de su
ensayo desde hacía un tiempo atrás; siempre postergada, había aumentado en
muchos de nosotros la expectativa por una nueva elaboración suya al acervo jurídico
cultural del laboralismo uruguayo.

Finalmente, la muerte hizo que quedara parcialmente inconcluso su trabajo, falto de
su lectura final, aspectos que fueron salvados por  Barbagelata, zurciendo y dando
forma a las mas de una versión que existía del trabajo, en una tarea que, como debe
ser, es prácticamente imperceptible por lo respetuosa del pensamiento del autor.
El trabajo que nos deja Sarthou como último aviso, es un retorno a su visión
“antropocéntrica” – como le gustaba decir – del derecho laboral sustantivo y procesal,
tomando como eje una referencia a la “pureza” del derecho no en el sentido
kelseniano, sino para despojarlo de toda consideración a los componentes del derecho

civil, a las determinaciones economicistas y a las concepciones formalistas de la
igualdad, tan en boga en ciertos enfoques dogmáticos.
Dice nuestro autor en su opúsculo: “la esencia del contrato de trabajo, vale decir un
hombre o mujer que entrega su energía a un ser igual para que la dirija y lucre con esa
energía, tiene que ser un régimen transitorio porque no se ajusta a la naturaleza de las
cosas. Algún día el ser humano seguirá siendo propietario de su energía, sin enajenarla
a otro, haciéndose dueño de sus resultados que hoy se le expropian. Por ello hablamos
de la temporalidad o el ´mientras tanto`  del derecho del trabajo”.  SEGUIR LEYENDO

7 de junio de 2011: Oscar Ermida Uriarte: evocación y revisión a diez años de su fallecimiento. 7 Junio 2021

 

2011 – 7 de junio – 2021 Oscar Ermida Uriarte
Del Prof. Juan Raso Delgue, en su Blog el 7.06.21

Hoy es un día, que nubla el alma: hace 10 años – imprevisiblemente, injustamente –
fallecía un intelectual brillante, un militante del Derecho del trabajo, y el amigo
generoso, que siempre me animó en el transitar no solo de la vida universitaria,
sino de la vida como tal, la vida “a secas”.

El juslaboralista de extraordinario talento
Nuestra disciplina se consolidó en Uruguay a partir del aporte jurídico de dos grandes
juristas de nivel internacional: Américo Plá Rodríguez y Héctor Hugo Barbagelata. Desde visiones
distintas, pero siempre complementarias, fueron edificando nuestro derecho laboral. Plá
Rodríguez, desde una perspectiva más pragmática; Barbagelata desde una visión que valoriza los
derechos del trabajador como derechos fundamentales de la condición humana. Ermida Uriarte
vino a completar la obra de nuestros dos grandes juristas, amalgamándola, complementándola,
proyectándola a las nuevas realidades del mundo del trabajo. Discípulo predilecto de Pla
Rodríguez, Oscar Ermida fue un ferviente admirador de Barbagelata y esa doble pertenencia,
permitió cerrar el círculo de lo que hoy se conoce en el continente como la “Escuela uruguaya del
Derecho del trabajo”.

Su objetivo fue la construcción de una teoría sobre la dignidad y la libertad de los
trabajadores, en un contexto de relaciones laborales en profunda transformación impulsado por
las nuevas tecnologías digitales. Las seguridades y las tutelas del trabajo, promovidas a lo largo de
gran parte del siglo XX, habían entrado en crisis y era amenazadas o directamente sustituidas por
nuevas realidades, marcadas por la insolidaridad, la segmentación social, la exclusión, la
precariedad, la posmodernidad (concebida como expresión de un mundo fugaz, donde todo vale,
porque todo es sustituible y descartable). En este nuevo escenario mundial, el poder del capital
financiero internacional domina las sociedades nacionales, un poder que pretende enseñar sus
reglas, aunque las mismas luego provoquen las crisis económicas que conocemos. Aunque otros
aspectos de las transformaciones del trabajo movían sus preocupaciones (los ataques a la libertad
sindical, las demora de los procesos judiciales, la crisis de la subordinación, etc)., siempre apuntó
en sus reflexiones a una contexto internacional, dominado por el gran y fluctuante capital
financiero, que exigía nuevas reglas y estrategias para la defensa de los derechos de los
trabajadores.  muestran prácticas de gestión, que apuntan hacia la destrucción de las
organizaciones sindicales.

Ermida, en vísperas de la terrible enfermedad por la que fallecería el 7 de junio de 2011 con
una vida aún llena de energía e ideas para transmitir, fue ordenando sus reflexiones que se
publicarían en la revista Derecho Laboral N° 141 (correspondiente a enero-marzo 2011), bajo el
título: “Protección, igualdad, dignidad, libertad y no discriminación”. En esas “meditaciones”
Ermida reconoce los cambios de la época y los efectos devastadores para trabajadores cada vez
más débiles en su relación de fuerza con las empresas que los emplean. Es por eso que apunta sus
estudios e investigaciones hacia temas concretos: cómo atrapar la figura cada vez más escurridiza
del empleador en los contextos nacional e internacional, de qué forma reforzar las tutelas para el
ejercicio de una efectiva libertad sindical en el mundo contemporáneo, cómo promover una mayor
estabilidad en el empleo. Comprueba que la posmodernidad mercantiliza el trabajo y cuestiona las
tutelas laborales: ¿puede concebirse – se pregunta – un Derecho del Trabajo vaciado de su
dimensión ética, un Derecho del trabajo que en definitiva renuncie a su función tutelar? Por lo
tanto – con su especial creatividad y una rigurosa disciplina -, pone sus energías intelectuales al
servicio de la valorización del Derecho del trabajo como instrumento de la dignidad humana, y en
esa dimensión, las tutelas a nivel internacional son indispensables, porque son el necesario
contrapeso al poder de las empresas transnacionales.

“La razón de ser del Derecho del trabajo – afirma a conclusión de sus reflexiones – es su
contenido ético: la justicia, la igualdad y la equidad”. En torno a este contenido ético se van
construyendo los principios de la disciplina, la noción de orden público que impregna sus normas,
la tutela de la dignidad del ser humano como objetivo central. Ante una realidad que pretende
precarizar el trabajo, el Derecho laboral debe levantarse como una barrera de protección social. En
la defensa de esa “razón de ser” – a nivel nacional e internacional – comprometió su extraordinaria
vida de jurista.

El hombre de acción
Oscar Ermida no fue solo un estudioso de gran talento encerrado en su biblioteca. Su
energía lo llevó a ser un intelectual “de acción” y – especialmente en los últimos años – sus ideas,
su pensamiento, su construcción dogmática fue incorporándose a las principales leyes laborales
aprobadas en nuestro país: la ley de libertad sindical, las leyes sobre tercerización, y finalmente las
normas sobre el proceso laboral. Siempre consideró que el Derecho del trabajo era un “derecho
bajo fuego”, constantemente amenazado, que sin embargo encontraba precisamente en las
transformaciones radicales la fuerza para renacer y enfrentar los nuevos desafíos.
Por eso, para resumir el pensamiento y la acción de Oscar Ermida, señalo esta cita – que
siempre me acompaña -, extraída de uno de sus últimos trabajos: “La justicia y la dignidad son
axiomas que estarán siempre por encima de todo precio del mercado”.

El amigo
Oscar fue la expresión leal y generosa de la amistad universitaria. Nos conocimos en el
Grupo de los Miércoles en diciembre de 1975: yo aterrizaba en ese espacio que marcaría mi vida, él
había ingresado en agosto cuando las primeras reuniones.

Recuerdo su estímulo constante, sus libros y sus apuntes que ponía siempre a mi entera
disposición, sus ideas siempre ocurrentes y fermentales, sus consejos criteriosos que con mucho
tacto me brindaba cuando veía que tropezaba en dificultades. Y por sobre todas las cosas, ese
enorme afecto y amistad que me dispensó siempre y que permite recordarlo por expresiones de su
sensibilidad e inteligencia, que no siempre confiaba a los demás. No acostumbraba hablar de
temas vinculados a su sensibilidad, pero en los años que vivimos juntos descubrí su dimensión
sensible, que se proyectaba hacia diversos espacios separados del mundo del Derecho del trabajo,
como eran la música (fue de adolescente un pianista avanzado), la pintura (dibujaba con especial
inclinación hacia el constructivismo de Joaquín Torres García), la literatura (era un profundo
admirador de escritores latinoamericanos). Pero hablaba con reticencia o pudor de estos aspectos,
porque de algún modo sentía que su talento no podía desperdiciarse fuera del ámbito labor.

Por lo tanto era muy difícil escucharlo hablar de cuestiones ajenas al Derecho del trabajo; casi con
vergüenza escondía sus capacidades intelectuales, que podía abordar cualquier tema. Recuerdo
que un día  – transgrediendo esa reglas – nuestra conversación derivó hacia la literatura y le
comenté: “Considero que tengo una asignatura pendiente: nunca logré comprender a Onetti,
nunca superé la lectura de dos o tres páginas de este autor, que francamente me aburre”. No dijo
nada y regresamos a hablar de temas laborales. Nos rencontramos la semana siguiente: traía una
gruesa carpeta titulada “Onetti”, donde conservaba recortes, críticas, fotos del gran escritor
uruguayo. Al entregármela, me dijo: “Es algo difícil leer Onetti, pero una vez alcanzada esa lectura,
más difícil es prescindir de ella. Si querés acercarte a él, es bueno seguir un camino de
aproximación”. Y en un papel me escribió como emprender esos primeros pasos: “tenés que
comenzar con El Pozo, seguí con Los Adioses y luego descansá algunas semanas; retomá la lectura
con algunos de sus cuentos: te aconsejo Un sueño realizado y El infierno tan temido”. Me guió con
su habitual tacto en esa lectura difícil y desde entonces ya no pude separarme de ella. Si hoy
recuerdo este episodio íntimo de mi vínculo con Oscar, es porque señala la dimensión y el alcance
de su talento, mezclado a una sensibilidad poco común.
Publicado en el Blog de Juan Raso Delgue, el 7 de junio de 2021.

Enlace

 

Oscar Ermida Uriarte: evocación y revisión a diez años de su fallecimiento.
Del Prog. Hugo Barretto Ghione, 7 de junio de 2021

Los diez años del fallecimiento del prof. Oscar Ermida Uriarte son oportunos
para evocar brevemente su personalidad y revisar la significación histórica de su
obra y de su forma de hacer dogmática laboral.

En lo referente a la evocación, el recuerdo que despierta su persona es producto de la experiencia
de acompañamiento como secretario  en la Mesa del Instituto, que integramos con Amalia de la
Riva, que Ermida dirigió durante un período; en la colaboración en publicaciones sobre formación
profesional y derecho del trabajo en su pasaje por Cinterfor y en los libros de la Fundación Ebert
sobre negociación colectiva y autoreforma sindical mas un anteproyecto de tratado vinculante de
las empresas multinacionales respecto de los Derechos Humanos laborales, con la participación de
Octavio Racciatti; y finalmente,  en las tareas de secretaria de redacción de la Revista Derecho
Social Latinoamérica que compartimos con Joaquín Aparicio y Guillermo Gianibelli en una iniciativa
que dirigía justamente Oscar Ermida con Antonio Baylos.

No puedo dejar de decir, además, que puedo dar testimonio personal de la enorme generosidad de
Oscar Ermida con la Facultad de Derecho y con el Uruguay para aportar y colaborar cuando
circunstancias diversas le privaron de ser Decano y Ministro de Trabajo y Seguridad Social.
El horizonte temporal del autor y del lector
En cuanto a la revisión de su obra, propongo hacerlo desde el horizonte temporal del autor,
primero, y del lector, después.

El autor
El tiempo de producción de la obra inicial de Oscar Ermida se ubica a mediados de los años ochenta
del siglo pasado, un tiempo de apertura democrática superadora de la dictadura militar junio 1973
–  febrero 1985, que había significado un quiebre profundo en la vida social, cultural y política de
nuestro país. El genuino estudio del derecho del trabajo se recluyó en los años de la dictadura en
los espacios privados de los profs. Américo Plá Rodríguez y Héctor – Hugo Barbagelata, que
sostuvieron una actividad académica por fuera del circuito institucional que estaba contaminado
por el miedo, el control y la falta de libertad. Oscar fue el más notable de los integrantes del
“Grupo de los Miércoles” que orientaba el prof. Plá Rodríguez.
Era una época oscura, con sindicatos prohibidos y dirigentes silenciados, exiliados o desaparecidos.
En ese contexto, la primera obra de Oscar Ermida constituye una especie de redescubrimiento de la
libertad sindical con base en tres pequeños/grandes libros:

Apuntes sobre la huelga. FCU, 1983
Sindicatos en libertad sindical, FCU, 1985
La protección contra los actos antisindicales, FCU, 1987
Del conjunto, “Sindicatos en libertad sindical” es una obra emblemática para el período que se
avecinaba. Se adelanta así a la explosión de la actividad sindical, la negociación colectiva y el
conflicto, fundamentando estos derechos de manera muy pertinente según las normas
constitucionales e internacionales del trabajo.

Hay en esto una característica que acompaña a toda la obra de Oscar Ermida: su absoluta sintonía
con el tiempo histórico y social, con un sentido muy certero de la oportunidad para anticipar las
soluciones.
En lo conceptual, desarrolla un concepto amplio de autonomía sindical y defensa de los derechos
del “trípode” de las relaciones colectivas de trabajo (organización sindical, huelga y negociación),
aspecto que fue ampliando en las sucesivas ediciones como ocurrió con la incorporación de un
capítulo al libro “Apuntes sobre la huelga” que recogía una exposición suya en un seminario crítico
de ciertos proyectos de reglamentación sindical del Poder Ejecutivo en 1990.
Menos aplicación mereció “La protección contra los actos antisindicales”, ya que la jurisprudencia
no recepcionó la “solución perfecta” de la reinstalación del activista discriminado por entender que
nuestro derecho positivo no contaba con un dispositivo que habilitara la reinstalación. Me consta
que Oscar Ermida fue consultado por legisladores impulsores del proyecto que diera origen a la ley
N° 17940 en 2006, que finalmente materializó una protección adecuada a la actividad sindical en
nuestro país.

En lo sustantivo, puede decirse que esta obra “temprana” de Oscar Ermida no sólo es testimonio
de un tiempo histórico determinado sino que terminó siendo parte de la cultura jurídico laboral
uruguaya, omnipresente, como si se tratara del ADN de nuestro ordenamiento en lo relativo a la
libertad sindical.
Esas coincidencias y hasta anticipaciones al tiempo histórico de sus planteos dogmáticos también
pueden verse en otras temáticas que desarrolló en adelante, como ocurrió con la vinculación entre
formación/diálogo social/relaciones de trabajo de su etapa de Cinterfor, promoviendo una rica
literatura al respecto en épocas de dirección de Pedro Daniel Weinberg; su enfoque comprensivo
de ciertos cambios en el derecho laboral latinoamericano que hizo pensar en una reforma laboral
de signo positivo y que motivó el evento “Después del Neoliberalismo”, realizado en Montevideo,
en el marco de actividades de la Revista Derecho Social Latinoamericano [1] ; su participación
decisiva en la creación de un proceso laboral autónomo y su visión del papel de las empresas
multinacionales desde su tesis docente de 1981.

El lector
El  segundo horizonte temporal es el del lector, o sea, el nuestro.
Corresponde interrogarnos cómo leemos a Oscar Ermida hoy.
Hay más de una manera de hacerlo.
En primer lugar, pueden leerse los textos de Ermida para “extraer” un conocimiento, para estudiar
y aprender derecho del trabajo en la labor de enseñanza de la disciplina.
Una segunda forma de leer al autor es para “apropiarse” de una opinión o punto de vista, de modo
de utilizarle en una controversia judicial o en un debate, usándolo como “fuente de autoridad”,
como “canon” de nuestra disciplina.

Fuera de estas dos manera bastante obvias de lectura, hay otras dos que me interesa destacar, ya
que no son lecturas para “conocer” o “sacar saberes” sino para identificar reglas de cómo escribir,
de cómo hacer dogmática laboral.

En este carril o nivel de lectura, podemos apreciar el estilo de escritura de Oscar Ermida.
Se caracterizaba por el rigor, la claridad y la escasa apertura a emplear otra literatura que no sea la
laboral, pese que se trataba de un lector extraordinario y un conversador informado y atento.
Tenía una escritura “totalizadora”, del problema que abordaba, en la que parecía no dejar ningún
cabo suelto, ningún costado sin acudir. Todo lo traía al texto: el universo del tema parecía estar
contenido allí, dando la impresión, al cabo de la lectura, que “no hay más nada por decir”. Había
una fuerte directiva y coherente argumentación hacia el lector, como si debiera tomar partido u
oponerse a esa visión en bloque.

Por último, la cuarta manera de leer a Ermida es en el nivel de descubrir su estrategia discursiva, o
dicho más llanamente, para entrever cómo hacía dogmática jurídica.
No era Ermida un rupturista; por ejemplo, no compartía el enfoque alternativo del derecho que
estuvo en boga en ciertos espacios del pensamiento jurídico en los años ochenta y noventa.
El mecanismo para trabajar la dogmática jurídica en Ermida, a mi juicio, era utilizar las categorías
tradicionales de la dogmática laboral para transformarlas “desde dentro” en una labor de
re/semantización muy sutil.

Quiero justificar esta aseveración con dos ejemplos de su producción académica.
En el primer caso, se trata del artículo publicado en la revista Derecho Laboral N° 135, “El concepto
de despido abusivo”.

En 1982 la OIT había adoptado el Convenio Internacional N° 158, sobre terminación de la relación
de trabajo, que en su art. 4° establecía que era necesaria la “causa justificada” del empleador para
proceder a la desvinculación del trabajador de la empresa.

La situación política del Uruguay de esos años no hacía posible en modo alguno ratificar
“”parlamentariamente” (¡no había tal cosa!) el convenio, pero concomitantemente se estaba en un
momento de elaboración y debate doctrinal, desde las páginas de la revista Derecho Laboral, en
torno a la figura del “despido abusivo”.

Oscar Ermida no recurrió a incorporar las soluciones del convenio mediante el mecanismo de
recepción del art. 72 de la Constitución y dar así entrada al CIT N° 158 como norma “inherente a la
personalidad humana”, sino que utilizó la categoría de “despido abusivo” para servirse de ella y
limitar el poder de despedir bajo el doble rasero de la “buena Fe” y la “justa causa”, en ausencia de
las cuales podía calificarse de abusiva la cesación de la relación de trabajo determinada
unilateralmente por el empleador.
La posición no tuvo éxito alguno si se lo mide pragmáticamente como receptación jurisprudencial,
ya que los fallos tomaron otras referencias doctrinales más facilitadoras del despido,  que
terminaron siendo hegemónicas.

Pero el trabajo de nuestro autor dejó una marca muy sugerente de cómo amalgamar componentes
de la doctrina más aceptada (la buena fe como principio del derecho del trabajo) con las
novedades venidas de la normativa internacional, para transformar “desde dentro” la
categorización de lo “abusivo” en el ejercicio del poder de despedir. Utilizó una herramienta
conocida con un contenido revulsivo.
El segundo ejemplo del modo de hacer doctrina puede verse en el artículo escrito en colaboración
con Oscar Hernández Alvarez “Crítica a la subordinación”, publicado en revista Derecho Laboral N°
206 de 2002.
El artículo tiene un inicio que nos sumerge en el derecho del trabajo más tradicional ya en la
primera frase, cuando dice “El derecho del trabajo nace como un desprendimiento del derecho
civil”.

La afirmación es muy discutible, ya que es dudoso que el derecho haya nacido como un
desprendimiento jurídico formal y no como un hecho social fraguado en el fulgor del conflicto de la
“cuestión social”, pero esta observación nuestra no tiene importancia alguna, ya que lo
verdaderamente importante es que el inicio del artículo nos introduce en el terreno y en el
enfoque clásico y conocido de la doctrina laboral, y una vez dentro de esa construcción, ir
evolucionando en el desarrollo del texto hacia un enfoque muy avanzado de los modos de
determinación de la relación de trabajo.

Analiza el origen de la noción de subordinación jurídica en Barassi, repasa su recepción en códigos
y leyes de trabajo en América Latina y ensaya una descripción del “elenco de situaciones fugadas o
excluidas de la subordinación y del ámbito de aplicación del derecho del trabajo”, para finalmente
someter a crítica las nuevas/viejas soluciones, como son la ajenidad, la inserción en la empresa y la
dependencia económica.
Concluye diciendo que subordinación y ajenidad “son dos caras de una misma moneda” y que la
inserción no es sustitutiva sino que fundamenta la subordinación, para rematar con una fuerte
renovación del contenido de la subordinación jurídica, la que debe a su juicio ser interpretada de
forma “amplia, agresiva y creativa”.
No abandona el tradicional criterio de la subordinación jurídica, sino que se lo resignifica para
operar desde su interior y “lanzarlo” al mundo jurídico y renovar su validez.

Final

El pensamiento jurídico de Oscar Ermida Uriarte no ha perdido un ápice de vigencia: su concepción
central de la libertad sindical sigue alentando la autonomía como mecanismo de progreso social de
los trabajadores, comportando además un modo de ser de nuestro ordenamiento jurídico y de
nuestra “escuela” de derecho del trabajo; en su forma de hacer dogmática laboral, ofrece una vía
consistente en “respetar” las categorías jurídicas para luego re/semantizarlas y operar así una
transformación del derecho del trabajo de signo tutelar.

  [1]  El título del evento hizo que en su exposición en el acto inaugural el prof. Alemán Wolfgang
Daubler ironizara diciendo que cuando comentó en su país que venía a América del Sur a una
activad sobre “después del neoliberalismo”, le preguntaron en qué lugar del mundo había ocurrido
eso.

Del Prof. Hugo Barretto Ghione en el homenaje al Prof. Oscar Ermida Uriarte a diez años de su
fallecimiento, realizado por la Facultad de Derecho / Instituto de Derecho del Trabajo y la Seguridad
Social. Publicado en su Blog.  Enlace

3 de mayo de 2021: La Fundación Electra lamenta profundamente el fallecimiento del Prof. Dr. Eduardo Ameglio

Compartimos nuestro enorme pesar por el fallecimiento del colega Eduardo Ameglio.

Un laboralista altamente reconocido entre sus colegas uruguayos y del exterior, y amigo de la
Fundación Electra. En su fecunda trayectoria académica participó en el Grupo de los miércoles que
dirigía el Dr. Américo Plá Rodríguez, fue consultor de la OIT en materia de servicios de empleo,
presidió la Asociación Uruguaya de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, integró el consejo de
redacción de nuestra revista Derecho Laboral  y fue autor de numerosos trabajos de su
especialidad. Actualmente era director del Instituto de Derecho del Trabajo de la UDELAR y
director por el sector empresarial del INEFOP. Recientemente había alcanzado el grado de Profesor
Titular -Grado 5- en la asignatura respectiva en la UDELAR.

Del libro El grupo de los miércoles, de Ana Laura Ermida (Montevideo, Fundación de Cultura
Universitaria, 2010, Pág. 112) reproducimos un fragmento de la entrevista que la autora le

efectuara al Dr. Raúl Varela a raíz de los alcances del citado Grupo. Transcribimos a continuación
un episodio narrado por el mencionado colega donde se revela la singular figura de Eduardo
Ameglio en su dimensión profesional y humana.

“Lo que yo destaco del Grupo es el sentido de la tolerancia e incluso de comprensión por
quien estaba en una posición distinta, porque además , todas las polémicas, las discusiones, esa
ronda de opiniones, estaban fundamentadas siempre en la doctrina, estaba fundamentada en el
derecho. Cuando discutíamos un tema, cada uno lo hacía naturalmente con sus opiniones y cada
uno sintiendo la sociedad a su manera, y cada uno con lo que siente como verdad jurídica.
Lo cierto es que el relacionamiento que se va produciendo entre todos tiene características
muy particulares, en donde surge, y en el caso mío yo puedo asegurarlo, el hecho no solo de
respecto sino más allá. Yo diría un relacionamiento con un fondo de amistad muy grande con
compañeros que tenían un pensamiento político y un pensamiento ideológico distinto.

 

Yo voy a recordar un episodio que es representativo de esto que te estoy diciendo. En una oportunidad yo
estaba defendiendo a los trabajadores del Banco Nación y el Banco Nación estaba representado
como tal por Eduardo Ameglio, quien puedo decirte que hoy es dilecto amigo. Ya los dos nos
conocíamos, ya los dos sabíamos que en ningún momento entre nosotros no se iba a utilizar nada
que no fuera simplemente el diálogo frontal, claro, la discusión sincera sobre los temas, de tal
forma que habíamos quedado que él iba a ir con dirigentes de la empresa y yo iba a ir con
dirigentes del sindicato a “La Puerta del Sol”, allí, abajo del Palacio Salvo. Entonces nosotros
entramos por la puerta que da a Plaza Independencia, nos sentamos allí esperando que vinieran, y
ellos entraron por la puerta de 18 de julio, se sentaron en una mesa alejada. Entonces Ameglio y yo
nos separamos a otra mesa, discutimos, yo con las atribuciones que tenía de acuerdo a lo
conversado con mis compañeros y él con lo conversado con sus compañeros, y llegamos a un
acuerdo. Llegamos a un acuerdo y había que empezar a redactar, entonces yuo le dije a Eduardo,
él siempre recuerda esto: “Mirá Eduardo, redáctalo tú, cuando lo tengas terminado me llamás”.

Habíamos tomado notas de las bases, yo tenía ya a esa altura una seguridad absoluta en que las
cosas iban a ser como habíamos acordado. Cuando te cuento esto, estoy hablando del Grupo de
los Miércoles porque eso es típicamente del Grupo de los Miércoles, yo sabía que con ese
compañero que tenía una visión un tanto distinta a la mía, las cosas iban a ser como las
acordamos, no podía tener ninguna duda de eso. Pero cuando yo voy a mi mesa donde estaban mis
compañeros se sorprenden: “¡cómo! ¿la redacción la está haciendo…?”, y yo les dije: “Si, sí, no hay
problema, es como si la estuviera haciendo yo”. Cuando terminó me llamó, no recuerdo si hubo
que hacer alguna corrección, y de acuerdo todos, firmamos los documentos y se terminó el conflicto
con el Banco Nación. Este episodio pone de manifiesto claramente algo que solo pudo haber
surgido de un grupo de trabajo donde éramos amigos, y fundamentalmente nos respetábamos
profundamente.
…”